10/12/07

Nota del Autor



Cuando se escribe sobre la Armada real inglesa del siglo XVIII y comienzos del XIX es difícil no descuidar algún aspecto; es difícil tratar con entera justicia el tema elegido, puesto que la realidad, casi siempre inverosímil, supera a la ficción. Ni siquiera la imaginación más viva e ingeniosa podría crear la figura del comodoro Nelson saltando del Captain, navío armado con setenta y cuatro cañones, a la ventana de la galería del San Nicolás, de ochenta cañones, apresándolo y atravesando rápidamente su cubierta para abordar el enorme San José, de ciento doce cañones, de modo que «en la cubierta de un navío español de primera clase, por extravagante que pueda parecer el relato, los españoles vencidos me entregaron sus sables; y a medida que me los entregaban los iba pasando a William Fearney, uno de mis lancheros, que con la mayor sang froid se los ponía bajo el brazo». Las páginas de Beatson, James y las de The Naval Chronicle (Crónica naval), las Actas Oficiales del Almirantazgo, las biografías de Marshall y O'Byrne están llenas de acciones que quizás sean algo menos espectaculares (sólo hubo un Nelson), pero no menos vigorosas, acciones que pocos hombres podrían inventar y probablemente ninguno podría presentar con absoluta convicción. Por eso, para la descripción de las batallas he ido directamente a las fuentes. Entre la abundancia de brillantes combates descritos con precisión, he escogido los que más admiro; así pues, que cuando describo una batalla dispongo de diarios de a bordo, cartas oficiales, relatos de la época o las propias memorias de los protagonistas para poder fundamentar todos los cambios. Pero por otra parte, no me he sentido obligado a seguir un orden estrictamente cronológico; un historiador naval se podrá dar cuenta, por ejemplo, de que la acción que protagonizó sir James Saumarez en el estrecho de Gibraltar la he pospuesto hasta pasada la vendimia, y también verá que una de las batallas de la Sophie fue librada, en realidad, por otra corbeta, aunque la intensidad fuera la misma. Desde luego, me he tomado grandes libertades; me he valido de documentos, poemas y cartas; en resumen, j'ai pris mon bien lá où je l'ai trouvé, y en un contexto general de hechos históricos, he cambiado nombres, lugares y acontecimientos de menor importancia para adaptarlos a mi relato. Creo que a los admirables hombres de aquellos tiempos, los Cochranes, Byrons, Falconers, Seymours, Boscawens y la mayoría de marinos anónimos a partir de los cuales he creado los personajes de mi obra, se les rinde mayor tributo describiendo sus propias acciones, por otra parte espléndidas, en vez de atribuirles otras imaginarias; esa autenticidad es una joya; y el eco de las voces de esos hombres tiene así un valor perdurable. Quisiera expresar mi reconocimiento a los eruditos y pacientes oficiales de los Archivos Nacionales y del Museo Marítimo de Greenwich, así como al comandante del Victory, buque de Su Majestad, por el asesoramiento y la ayuda que me han prestado; no podría haber encontrado mayor amabilidad ni cooperación.

PATRICK O'BRIAN

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